La pérdida de la autonomía


Rafael Uzcátegui

Desde su primera edición, acompañaba todos los años la marcha por el orgullo LGBTTI que se realizaba en Caracas, toda una afrenta a la cultura machista y patriarcal predominante en Venezuela. A pesar de las limitaciones, me sentía a gusto entre el espontaneismo, la alegría y desparpajo de la asistencia –que contrastaba con la marcialidad de otras manifestaciones- y, especialmente, su independencia. Recuerdo que en los primeros años para los partidos políticos, y especialmente para los de “izquierda” –a excepción de los trotskistas de Socialismo Revolucionario y los anarquistas-, era políticamente incorrecto asistir a la movilización, no los fueran “a confundir”. Incluso, uno podía escuchar, en los días posteriores, las burlas entre “camaradas” que unos a otros se decían, en tono de chanza, “te vi en la marchaaaa”.

Desde el año pasado, tras constatar la progresiva pérdida de independencia dela Marchadel Orgullo GLBT en Caracas y su cooptación institucional-estatal, deje de asistir. Según los testimonios de quienes participaron este año, la caminata ha sido confiscada por los partidos políticos, incluyendo los de oposición, quienes en año electoral se hicieron visibles y presentes. Tristemente predecible en un tiempo en donde la agenda de las iniciativas ciudadanas ha sido hipotecada por el 7 de octubre. El tema sustantivo de fondo es la pérdida de autonomía de los movimientos sociales.

Los movimientos sociales no son una extensión de los partidos políticos, ni tampoco constituyen sus bases de apoyo. Una cosa es que sus activistas tengan sus preferencias y adhesiones particulares y otra es que el conjunto se identifique como “chavista” u “opositor”. Los verdaderos movimientos populares son aquellas prácticas sociales que convierten y modifican el orden establecido a través de la manifestación e incidencia pública. Su composición es plural y su afinidad está constituida por los valores compartidos y el problema al cual se enfrenta. Poseen su propia historia así como agenda impostergable de reivindicaciones y una capacidad permanente de autoconvocatoria. Las estrategias y formas de organización son definidas por sus integrantes, sin injerencias externas. Además mantienen una identidad de clase, por lo que establecen lazos de solidaridad horizontales con otras dinámicas similares.

Desde 1998 una estrategia de polarización, compartida a cuatro manos, ha fragmentado y neutralizado a los movimientos sociales del país. La electoralización permanente de sus agendas de movilización ha postergado sus propias demandas, jerarquizando una identidad política (bolivariano, opositor) por sobre su identidad como miembros de una comunidad. Y esto es un retroceso para quienes pensamos que es la acción de los movimientos sociales, y no los gobiernos, quienes transforman la realidad. @fanzinero (Tal Cual, 09.07.12)


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